La primera vez que vi el nombre de Randy Mora fue leyendo una Revista Arcadia. La portada de esa edición, la número 107 de la revista, llevaba una ilustración en la que se veía una cara con ojos blancos (o sin ojos) sobre una máquina que flotaba sobre un cuerpo que parecía una versión monstruosa del tierno e ingenioso robot Artuditu el famoso compañero de Citripiou, en la saga de Estar Guars. Sobre su mano giraba un planeta y sobre el planeta había un título: <<Mutantes digitales>>. Ya no me acuerdo de nada de lo que se decía en esa edición de Arcadia, pero la imagen del astronauta con los ojos en blanco me dejó impresionado; retrataba a la perfección a los mutantes digitales: un hombre que se cubre de máquinas para ocultar su evidente ceguera. El artificio sobre lo original, la lucha del arte contra la naturaleza.
En su apartaestudio del barrio Palermo de Bogotá, Randy Mora tiene una cama, una biblioteca en la que hay toda una repisa llena de revistas viejas (la base de su trabajo), un escritorio, un mac, varias mesas con cajones llenos de libretas, un escritorio amplio sobre el que hay un plano en el que hay partes de muñecas y entre él y yo hay una grabadora y una taza de tinto, que me ofreció amablemente al recibirme. Él responde mis preguntas luego de pausas largas en las que reflexiona con seriedad sobre su trabajo, sobre publicidad, sobre arte.
– El collage es muy bidimensional y yo ya quiero explorar otros caminos.- Me dice cuando le pregunto por las muñecas que tiene sobre su mesa de trabajo. Quiero sacar mi trabajo de las dos dimensiones.
Para Randy, la ilustración no fue siempre un trabajo:
– Comenzó como un pasatiempo cuando estudiaba publicidad en la Tadeo.
– ¿Le gustaba la publicidad?
– No, tuve que estudiar ocho semestres para darme cuenta de que me aburría, y siempre tuve la ilustración como un pasatiempo para relajarme. La publicidad muestra una imagen idílica de las cosas, y a mí siempre me han interesado otros aspectos de la realidad.
– ¿Como cuáles?
– Me interesa lo oscuro, lo inusual, por ejemplo.
Randy afirma que la publicidad muestra el lado idílico de las cosas, pero ha ilustrado la etiqueta de productos como la bebida energizante y orgánica Strangelove, que se consigue en Australia. Una de las ventajas de ser ilustrador independiente, es que Randy ha escogido para quién trabaja, y las marcas para las que ilustra le permiten explorar esa faceta oscura del ser humano: la que le interesa. Y yo opino lo mismo viendo las muñecas que hay sobre la mesa.
Y siempre ha sido así: como si fuera hijo del santo Elecuá, a Randy Mora se le abren los caminos con mucha facilidad. Cuando estaba finalizando la carrera de publicidad en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, decidió enviar su portafolio a una convocatoria que había hecho el periódico El Tiempo, a través de un grupo de Flickr llamado Colombianos ilustrando. Lo mandó porque sí, para probar otro camino. Y ya han pasado ocho años desde que comenzó. Él hacía collages como terapia y no esperaba que, como a los psicólogos o los fisioterapeutas, se le convirtiera en trabajo. Después de El Tiempo vinieron más y más clientes: entre ellos la agencia Stranger & Stranger, el periódico británico The Guardian y la ilustración de Mutantes Gigantes, la portada de Arcadia que me cautivó.
La ilustración es un oficio que viene creciendo.
– Es un gremio que se está gestando en Colombia, pero nos falta mucho por explorar. Viene creciendo. Pero es un proceso lento.- Dice Randy con la seguridad del que dice que el que persevera alcanza o cualquier otro refrán.
– Cada vez hay más ilustradores y más competencia. Y uno tiene que ser perseverante y tener mucha pasión por el trabajo para que el ocio no lo consuma a uno. Dice entre risas, pues sabe que ser independiente requiere mucho de esas tres últimas sílabas: PEN-DIEN-TE.
Cualquier persona que quiera emprender el camino frilans hoy en día tiene que ser muy perseverante y tener una vitrina que le permita mostrar su trabajo. Por eso cuando uno guglea a Randy Mora, aparecen muchos sitios con su nombre: desde el primer Flickr donde compartía sus collages-terapia que lo sacaban del tedio que le producía su carrera universitaria, hasta su blogspot, su behance, etcétera, etcétera, etcétera. A Randy Mora encontrarlo es fácil, pero como si fuera un artista famoso, él escoge para quien trabaja.
-Al menos, la mayoría de las veces he tenido la fortuna de hacerlo.- Lo que acaba de decir lo dice muy serio y con modestia, pero noto en su cara la malicia de un hombre que se sabe libre, al menos en la mayoría de los contratos que recibe, por el esbozo de una sonrisa de goce casi infantil, como del niño que hace simplemente lo que le gusta.
Dije que Randy parece un artista famoso. Pero para él, el arte y la ilustración son dos cosas muy distintas. Tampoco se comporta como un artista famoso. No se cree ninguna de las dos cosas. Y aunque trabaja como independiente, lo cual lo ha llevado a pasar grandes períodos de tiempo solo, y ha logrado escoger gran parte de los trabajos que ha tenido, no tiene caprichos.
– El ilustrador, a diferencia del artista, tiene unas reglas que le impone un texto, o una portada o la simple exigencia de un cliente.
-¿El ilustrador, entonces, no es tan libre como el artista? (Yo no tengo ni idea de ilustración, así que el que habla ahora es Randy).
– No. Aunque esto no significa que el trabajo del ilustrador sea un trabajo pasivo. Es más, el trabajo de un buen ilustrador debe generar opinión. Debe tomar partido, y a veces disentir; sea un texto o un concepto o
– O la portada de una revista.
– ¡O la portada de una revista!
– ¿Y el artista?
-Un artista genera más preguntas que respuestas con su obra. No trabaja con las mismas reglas con las que trabaja un ilustrador. Puede tenerlas, pero son otras. Y muy distintas.
Yo sigo con la pregunta en la cabeza: ¿por qué Randy no les pone ojos a los humanos en sus ilustraciones?
– Hay mucho que el ser humano no quiere ver. Cosas que están ahí, para él y que deja pasar. No nos damos cuenta de muchas cosas.
Los collages de Randy Mora, que me han demostrado que ilustrar y crear arte son dos cosas que están a una gran distancia, muestran a un ser humano que ya no tiene una mirada impasible sobre lo que lo rodea.
Y yo, de esta entrevista con él, salgo como si hubiera hablado con un artista o visto una obra de arte: lleno de preguntas.